Cada vez que decidimos que algo es lo mejor que podemos hacer con nuestro tiempo, se masifica y lo jodemos. Así es. El turismo no es la excepción. Ya que nuestras vacaciones causan estragos allá donde vamos, estaría bien reducirlos en lo posible y de paso traernos fotos más “significativas”, que no quiere decir ni mejores ni peores. Al lío.

Mr. Parr está afónico y cansado de contarnos lo mismo sobre el turisteo de masas y sus clichés fotográficos. No estaría de más hacerle algo de caso y procurar evitar los destinos machacones y dentro de estos destinos los sitios de siempre. Barcelona es más que el Parque Welt o París más que Louvre. Si en nuestra casa no vamos de museos ni de monumentos ¿Por qué sí que lo hacemos en las vacaciones? La consecuencia de todo esto es que los sitios donde viajamos en su intento por acoger a la masa informe de turistas pierden su esencia en favor de parecer atractivo para todo el público. Los habitantes de los destinos se ven desplazados por los turistas más pudientes. En Madrid se puede comprobar muy fácilmente, las tiendas tradicionales dejan paso a las de souvenirs, Five Guys se come al gallego de toda la vida y Allehop nos llena las calles de vacas de cartulina.

Y esto ¿qué tiene que ver con la fotografía? Pues mucho, en las vacaciones dejarse llevar por las postales reconocibles y por lo exótico es un cóctel infalible para traerse las fotos de siempre. En una de estas fotos brillantes de revista nunca vamos a estar nosotros presentes, a nuestro yo fotográfico le gusta reconocerse y replicarse en lo que vemos. Quizá tampoco haga falta irse al otro extremo y rehuir de lo exótico, trabajando solo sobre lo reconocible. Un punto medio como en tantas cosas parece lo más sensato, una búsqueda de lo que le interesa a nuestra mirada fotográfica. Adaptarse a los personajes y a la luz que encontramos en el sitio donde vamos. Aprovechar el cambio de escenario para encontrarse con nuevos alicientes.

Seguramente nuestro deseo gregario de seres humanos nos hace ir a lo fácil, a lo cómodo y al bulto. Os imagináis unas vacaciones sin pautas, sin perder un minuto en buscar nada, solo encontrando. Descansando de la obligación del “tener que ver” y trabajando sobre “cómo lo veo”. Es la diferencia entre ser explorador y no saber que te vas a encontrar o ser turista y planificar hasta el último minuto. A veces en el intento de no perdernos nada en un viaje, lo organizamos tan bien, vemos tantas imágenes y vídeos del sitio que apenas hay espacio para la sorpresa. En la era de Google si le preguntas te responderá lo mismo que a varios millones de personas más y “zas” al mismo lugar que todos.
La clave bajo mi punto de vista es que las vacaciones sean fotográficas, mostrar nuestra opinión, contar cómo vemos un sitio. Trabajar sobre la calle o preparar una serie sobre alguna cosa concreta que nos llame la atención. Eso le da un toque extra a ese tiempo libre y nos evitamos aburrirnos a nosotros mismos con mil fotos que no volveremos a mirar como las de este artículo.

Reblogueó esto en Irene Fabregues.
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