
17:00 –
Apenas faltan unos minutos para acabar en el trabajo, pero yo sólo pienso en mi salida fotográfica. Es verano, hace un sol de cojones, y sobre todo, Madrid se ha llenado de luces y sombras.
Hoy es el día en el que me voy a volver a casa con “LA FOTO”.
17:35 –
He aparcado en puerta de Toledo, de ahí subiré por Lavapiés, iré a la Latina, luego me moveré por Puerta del Sol, de ahí a Gran Vía y si no me distraigo mucho, acabaré recorriendo Malasaña justo para el atardecer. He pagado todo el parquímetro posible, no quiero dejar de andar… ¿quién dice que la fotografía no es un acto deportivo?
18:47 –
Empiezo a preocuparme, ya voy por la Latina y no he hecho ninguna toma. A pesar de que no soy de disparo fácil, ya debería haber fotografiado algo aunque no fuera muy bueno.
Y es entonces cuando pasa.
Me invade ese pequeño sentimiento de ansiedad y de fracaso. Ese miedo de volverme a casa sin una foto que merezca la pena.
19:01 –
He dejado de observar, y solo estoy mirando. Dejo atrás esa paz mental que sólo el callejeo sabe darme, y me dedico a buscar ese contraluz, esa sombra, ese juego de colores con la que llevarme al menos una toma con la que pueda seguir alimentando mi Instagram, ya llevo días sin colgar nada y la gente va a pensar que no valgo para esto.
En realidad es porque yo mismo lo estoy pensando.
20:14 –
Al final he hecho todo el recorrido y voy de camino al coche. Entre varias ráfagas y tomas sin mucho acierto, he conseguido hacer tres fotos:



– Una anciana totalmente de rojo, mirándome bastante raro por cierto (¿tal cara de loco llevaría?), cuyo vestido se funde totalmente con la pared de un comercio del mismo color.
– Un contraluz en Malasaña aprovechando una sombra en forma de triangulo en una pared muy sosa (¿tal vez en blanco y negro funcione mejor?)
– Ya a mi vuelta me he parado en el mercado de la cebada, y aprovechando que el sol estaba bajo y ya no iluminaba el suelo, he logrado aislar el contorno de una mujer dejándola en el tremendo vacío negro a su alrededor.
20.54 –
He llegado a casa, me he sentado en el sofá y he pasado mis tres fotos al móvil. Una de ellas se va para las redes.
Abro el Instagram para copiar todos esos kilos de hagstags y menciones que me darán más visibilidad una vez que publique y entonces es cuando todo se viene abajo: En la página de inicio, veo los mismos patrones, los mismos contraluces, las mismas técnicas, sombras… joder, si hasta me ha parecido ver a la misma señora!
Sube la presión, disminuyen los niveles de oxígeno y me aproximo hacia un vuelo descontrolado hacia lo peor de mis miedos artísticos y de fracaso.
Al final he colgado la foto, con todas sus etiquetas.
20:56 –
He borrado la foto.
Mientras me hago la cena debato cuestiones como cual es mi estilo fotográfico (a día de hoy sinceramente, no se cual es), cómo evoluciono como fotógrafo, y el miedo a estancarme. Me digo a mi mismo que estoy aquí para sorprender, para dejar mi granito de arena.
Estoy muy enfadado conmigo.
22:00 –
Mas calmado, abro el ordenador, voy a favoritos
y es cuando todo vuelve a tener sentido.
Por un momento me olvido de los contraluces, y juegos simples de colores, pero también de los retratos callejeros de Martin Parr, de los reportajes de Frank Kappa, y la candidez de Doisneau y Cartier-Bresson.
Me estalla el cerebro observando todas aquellas fotos que se me de memoria, pero que no dejan de impactarme. Veo al hombre con gabardina y sin cabeza de Peter Kool, el cisne de Matt Stuart, una persona a punto de caer fruto de Tavepong Pratoomwong…
Empiezo a empaparme, no de ideas para copiar, si no de ganas de tener buen ojo, y de ver que es la calle la que te va a dar una buena fotografía. Quiero olvidarme de las luces, de los buenos días para fotografiar, de las fotos de personas, de la técnica. No quiero más sombras sin sentido, mas contraluces que no me muestren una buena calle.
Quiero alucinar con lo que veo…

23:25 –
Me voy a la cama, mañana volveré a salir a fotografiar. Puede que me vuelva sin fotos, pero el día que lo haga…
voy a volarte la cabeza.
Fantástico “relato”!. Nos has “descrito” muy bien… solo una cosa está clara, es difícil, mucho… y de ahí la fascinación!
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Gracias Juan, la verdad que fue un artículo difícil de escribir, me sinceré mucho con mi proceso fotográfico (y mis traumas!).
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