Recuerdo cuando tenía que avisar a mis padres de que llegaría más tarde y no quedaba otra que buscar una cabina telefónica, que rápido pasa el tiempo…
Ahora es tan fácil como mandar un mensaje por cualquiera de las aplicaciones que disponemos en nuestro teléfono móvil e incluso indicar tu localización en tiempo real. Gracias al avance de la tecnología el principio de la desaparición de las cabinas está a la vuelta de la esquina: Es por ello que cada vez que paso cerca de ellas, imagino la de historias que se han protagonizado de amor, desamor, alegrías, penas, etc.
Las nuevas generaciones probablemente no las han utilizado nunca.
En ellas queda la solera del paso del tiempo, el recuerdo de lo vivido, las anécdotas surgidas, el espacio físico utilizado para un sinfín de cosas e historias que darían para escribir cientos de hojas. La soledad hoy en día de las cabinas hace que me sienta atraído por ellas; al fin y al cabo los fotógrafos solemos movernos en solitario y de algún modo nos podemos sentir algo identificados. Almacenamos diferentes historias en nuestra memoria, de las cuales sólo unas pocas capturamos… al menos nosotros podemos guardar esos momentos en forma de fotografías.
El abandono se siente, la degradación de algo que en su momento nos solucionó mucho, hoy se encuentra en un mal momento, y no podía dejar escapar este pequeño homenaje a las cabinas telefónicas que se encuentran en peligro de extinción.
La Calle es Nuestra 