Con motivo de la grabación de su documental, en el que participan grandes figuras del panorama actual de la fotografía de calle en España (como Céline Pannetier, Ivonne Freijomil, Chus Martín, María Moldes y nuestras queridas Orietta Gelardin Spinola e Irene Fabregues), hemos decidido entrevistar a Lilian Alcántara para que nos hable un poco de su motivación, y de la explosión femenina que tiene la fotografía de calle y documental en los últimos años.
Allá vamos.
Soy Lilian Alcántara, una brasileña que vive en España. Historiadora de formación y fotógrafa por vocación. Con larga formación académica, pero autodidacta en la fotografía. Nunca he recibido una clase. Para mi la cámara es solamente un instrumento que me permite plasmar lo que veo, he aprendido a manejarla sola para luego tenerla como una extensión de mis ojos, algo que convierte mi instinto en materia. Cómo contaría el mundo sin ella. Antes era una fotógrafa sin cámara, documentaba el mundo a través de relatos, describiendo la vida que sucedía encima de los “territorios culturales”. Desde hace cinco años, con la cámara en mano, pasé a ser una fotógrafa con cámara, y aprendí a compartir mi percepción sobre las calles a través del lenguaje visual, y eso es maravilloso porque ha cambiado la forma de socializarme y de entender el mundo. Actualmente me gano las lentejas con temas transversales a la fotografía: realizo talleres, trabajo como social media, doy alguna conferencia de vez en cuando y hago reportajes sociales.
Cómo definirías la fotografía de calle.
Para mí fotografía de calle es todo lo que hacemos en la calle, sin más. Y por ende en el espacio urbano. No puedo evitar mirar el mundo desde mi perspectiva de investigadora social… y los historiadores, así como los geógrafos, los sociólogos, los antropólogos, y la gente con sentido común, ya desde hace mucho reflexionamos y relativizamos el concepto de espacio como algo construido socialmente, con fronteras fluidas y flexibles. Los espacios ya no caben en las lineas geométricas de un mapa callejero, y las calles, como yo las entiendo, son territorios culturales susceptibles de múltiples interpretaciones y representaciones. Y estas lecturas no deberían estar limitadas por una definición cerrada de una etiqueta (¿street?) anacrónica.
Hoy tenemos nuevas formas de organización del espacio urbano, fruto de la sociedad de la información. En tiempos de redes sociales, de llamadas-conferencia, puedo estar más cerca de mis familiares de Brasil que de mi vecina de al lado, no sé si me explico. Podemos construir muros imaginarios e “intransponibles” en nuestros propios barrios; bloquear personas y anular sus existencias en nuestros ciberespacios con un sencillo click. A la vez, nos metemos dentro de ciudades que están en otros continentes; amamos y nos hacemos amigos íntimos de un completo desconocido.
El propio espacio geográfico, el territorio, se ha convertido en una construcción social arbitraria, es decir, con una lógica espacial propia. Y la fotografía de calle, o la urbana, desde mi punto de vista, también debería ser un concepto flexible, definido por el fotógrafo que la realiza, con base en reflexiones y experimentos personales. Un concepto que nazca del autoconocimiento adquirido a través del hacer fotográfico, y que se pueda transformar según los cambios de experiencia. Cada persona plasma y cuenta su historia según su propia percepción: del territorio urbano, de su generación, de su género, de su clase social, de la vida en todas sus dimensiones… algo más complejo que un paseo por el paisaje con la cámara en mano.

Por eso me gusta más el término urbano para definir lo que hacemos en las calles. Simplemente por no restringir las múltiples dimensiones del espacio. Hoy es posible que yo fotografíe una persona en la calle y esta persona, sin que yo lo sepa, se vea etiquetada en mi foto cuando la publique en alguna red social o en una búsqueda en Google. Esto me parece una locura, se hace muy difícil documentar las calles según un criterio estricto de fotografía de calle. ¿Si es así, por qué no re-significarla? Habrá que adaptarse. No es fácil salir de la posición de voyer y adquirir una postura más horizontal, pero quizá sea necesario. Si por un lado el nuevo sentido de privacidad nos ata las manos, por otro nos ofrece un desafío, o más bien una oportunidad, de humanizarnos a través de la fotografía. De volver a relacionarnos en el espacio tradicional de la calle, algo inusual actualmente como saludar extraños mirándolos a los ojos.
Algunos fotógrafos, aquí me incluyo, jamás se conformarán con fotografiar los escenarios escépticos y armónicos de las sombras y lineas geométricas preparadas, de buscar la estética por la estética y las sugerencias. Nos gusta oler a la gente, sentir la vibración de sus voces, bucear en la profundidad de sus miradas. Nos toca adaptarnos a los nuevos tiempos si queremos seguir buscándolo. La urbe, la gente de la calle, ya está metida en mis redes sociales, con o sin mi invitación. Re-significo la fotografía “de calle” o la dejo. ¡Qué remedio¡. Mi forma de hacerlo es contactar con la gente, muchas veces lo hago, a posteriori, siempre después de haberla fotografiado a distancia. En el caso de que alguien me quiera clasificar, creo que aún se podría llamar lo que hago de “street”, por lo menos las fotos realizadas en este primer momento, sin interacción. Es espontáneo, no está preparado, son desconocidos, no hay guiones.
Mirada femenina o mirada feminista
Supongo que me lo preguntas por el documental que dirijo sobre un grupo de 12 “mujeres fotógrafas urbanas” de España. ¡El nombre es más sugerente, pero aún no puedo contarlo¡ Lo reservo para el estreno en Fotokalea 2020, el 28 de marzo. Se me hace complicado contestar esta pregunta sin dar una gran vuelta. A ver cómo lo explico. La idea del docu surgió, en un primer momento, de esta pregunta, además de la intención explícita de dar voces a otras mujeres y de mi interés sobre sus percepciones de temas polémicos, respecto al género y la poca representatividad femenina en el mundo de la fotografía (jurados, participación en simposios, nominaciones, reconocimientos etc).
Veo hombres criticando el feminismo, blancos opinando sobre el racismo, europeos analizando la América Latina, curas orientando matrimonios, la élite presumiendo de la meritocracia etc. Y todo eso me parece de una incoherencia impar… ¿si pretendemos hablar de miradas femeninas, pues mejor se lo preguntamos a las mujeres, no? Y eso, es lo que he hecho.
Antes tenía claro que sí, que existía una mirada femenina, pero a lo largo del proceso, a través de la convivencia con las entrevistadas y otros fotógrafos, me he dado cuenta, en la práctica, que quizás la mirada femenina no está condicionada al sexo femenino. Por ello, actualmente me gusta más pensar en mirada personal, y que hombres y mujeres pueden tener una mirada femenina. Y mirada femenina, desde mi punto de vista, es la que se fija en las emociones antes que en el escenario. En la sonrisa, en el gesto, en la tensión, en la alegría, en la tristeza, en la humanidad antes que en el color de sus ropas, o posicionamento en el espacio. Estas cosas que se nos da bien, en principio, a las mujeres, quizás nacemos con un talento innato para captar la esencia en los pequeños gestos. Nos han educado para ello, fuimos culturalmente construidas para cuidar, observar, armonizar. El estar atenta a las señales nos ha ayudado a sobrevivir. Y con esto no quiero jerarquizar sensibilidades, cada forma de mirar aporta algo.
Y de eso va el documental, de contar, a través de diferentes voces de mujeres, diferentes procesos creativos, y no todos precisamente “femeninos”, o “feministas”, aunque algunas lo son. Lo que tienen común es el sexo y la fotografía urbana, pero todas tienen matices únicos que no se pueden encajonar. Son seres únicos. Y esta es la conclusión que llego tras esta experiencia.

Qué hay detrás de tu fotografía, por qué tantas mujeres en ella. Háblanos de tu trabajo y tu Expo Documental.
A pesar de que la gente conozca más mis series sobre las mujeres (Desvelar, Donas y Fadas) por causa de la publicación de Reveal y de mi última ponencia en FotoKalea 2019 (una reflexión sobre las representaciones femeninas en la fotografía a lo largo de la historia), suelo fotografiar la vida en toda su amplitud… soy una observadora compulsiva del espacio urbano.
Recientemente participé en una exposición documental con una serie sobre los “Mourinhos de Caravelas (Brasil) en el Museo de Arte Contemporáneo de Tánger. Era una colectiva, también estaban Laura León, Manuel Ibáñez y José Antonio de Lamadrid, me siento muy orgullosa de haber estado entre ellos en un continente que adoro. Esta serie documenta una fiesta totalmente masculina, es decir, no hubo representación femenina. Esta ausencia de las mujeres dice mucho de esta fiesta, ¿no?.
Mis proyectos y series surgieron a partir de la observación de mis archivos… ordenando miles de fotos. Al hacerlo me doy cuenta de algunos elementos que siempre reinciden, las fotos me ofrecen señales de los signos que habitan mi inconsciente. Actualmente estoy muy involucrada con una nueva serie, “cartografía del gesto”, también aparecen mujeres pero esta vez no serán las únicas protagonistas.
Realismo Mágico es el primogénito, inacabado y de larguísimo plazo… captar la magia exige mucho tiempo y concentración para estar conectada con los mundos paralelos. También desarrollo una serie secreta, ya bastante densa, sobre “no lugares”. La ausencia de figura humana es algo que me incomoda, pero veo sentimientos en el medio del silencio, como si sonasen los gritos de los que ya no están.
Es cierto que “mis mujeres” han tenido más protagonismo, pero aún no tengo claro si es porque las he mimado más o por que les gusta más a la gente. Lo que sí tengo muy seguro es que fotografiarlas es un ejercicio continuo de autoconocimiento. Veo en sus presencias en el espacio público signos que nos unen como sexo y genero, arquetipos universales que nos acercan e identifican como mujeres de nuestro tiempo. Esto me parece bonito y justifica todo mi trabajo. ¡Nos doy a conocer!
Podéis encontrar más documentación de Lilian en:
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