Gonzalo Juanes (Gijón, 1923-2014) fue un fotógrafo que, en toda su vida, apenas salió de su Asturias natal. Y eso que murió con 91 años. Con el tiempo, los retratos que realizó de las costumbres y romerías asturianas han recibido el reconocimiento del mundo de la fotografía. Fue un pionero en la fotografía en color. Apostó tanto por ella que, cuando la descubrió, quemó todos sus negativos en blanco y negro (estamos hablando del trabajo de varias décadas). Quemó su laboratorio. Quemó todos los artilugios que usaba para revelar sus fotografías. Lo quemó absolutamente todo.
Un día, años más tarde y solo como algo excepcional, viajó a Madrid. Durante un par de horas se sentó en una terraza de la calle Serrano. Era la hora del vermú, allá por 1965. De aquella la calle Serrano ya era una de las zonas más refinadas de la capital. Curiosamente, a pesar de su trabajo durante décadas en Asturias, es a esas horas en Madrid a las que pertenecen alguna de sus fotografías más conocidas.
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Seguramente, con su sensibilidad anclada en su Asturias natal, la calle Serrano se apareció ante él exótica, fascinante, sofisticada, diferente. La gran capital vista desde una mirada humilde, de provincia. Seguramente, otro en su lugar, hubiera disfrutado simplemente del momento. Pero Gonzalo Juanes sacó su Leica y durante esas dos horas consumió varios carretes. Fue en esa decisión donde se materializó su carácter de fotógrafo. Supo mirar esa calle. Quiso mostrarla. Y supo extraer de ella toda la esencia de una época.
Con esta anécdota en La Calle Es Nuestra queremos hablar de la importancia de saber aprovechar el momento. Constantemente, como fotógrafos, nos sentamos en esa terraza de la calle Serrano. Es decisión nuestra si sacamos nuestra Leica –léase Canon, Nikon, Fuji, Samsung o Iphone– o si simplemente nos recostamos sobre la silla, pedimos el vermú y disfrutamos del momento. La fotografía requiere sacrificio, abstracción, saber mirar a nuestro alrededor y acceder a adentrarse en un estado de trance. Es renunciar a lo tangible, aislarte, quedarte a solas contigo y entregarte a esa ingrata labor de invertir tiempo (a veces, mucho) en intentar narrar algo que no sabemos si dará finalmente lugar a una historia.

También tiene que ver con la mirada personal… ¿fue esa calle Serrano tan absolutamente diferente para Gonzalo Juanes? ¿Realmente valió aquel vermú alguna de las fotos más famosas de toda una vida? ¿Fue lo que vio o fue más bien su visión de Madrid lo que se proyectó en sus fotos? ¿Fue Madrid, fue la época o fue él? Eso solo se lo podríamos preguntar a Gonzalo Juanes. Y ni si quiera él, seguramente, tendría la respuesta.
Lo que está claro es que las cosas nunca son como son, solo son como las vemos nosotros. Y da igual a donde vayas. Contigo solo vas tú y tu forma de ver el mundo. Y ese es, afortunadamente, el único equipaje inevitable que te llevas. Aquel que te acompaña, te define y el que, al final de todo, si te quedas a solas y decides coger tu cámara, puede llegar a contar algo que merezca la pena.
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